CONFERENCIAS Y RESÚMENES DE LOS EXPOSITORES DEL PRIMER ENCUENTRO REGIONAL Y PATAGONICO EN GESTIÓN SOCIOCULTURAL
LA GESTIÓN CULTURAL FRENTE A LA OPCIÓN CIVILIZATORIA DE NUESTRA AMÉRICA Y LOS DESAFÍOS DE LA DIVERSIDAD
EN TORNO A
LA POLÍTICA DE LA UNESCO
Aunque la UNESCO fue creada en
noviembre de 1946, en su primer cuarto de siglo no avanzó mayormente en el tema
de las políticas culturales, probablemente a causa de las dificultades que se
advirtieron desde un principio para fijar una filosofía común en las materias
de su incumbencia, por el hecho de hallarse en ella representados numerosos
gobiernos retrógrados y hasta dictatoriales, a los que nada seducía el
desarrollo cultural, por el alza de la conciencia que ello conlleva. Se podría
decir que las piedras fundamentales en esta materia, dejando atrás una etapa
meramente conservacionista del patrimonio arqueológico de la humanidad, se
pusieron a partir de la Conferencia Mundial sobre Políticas Culturales,
organizada por dicho organismo en 1970 en la ciudad de Venecia. Las líneas que
allí se trazaron fueron profundizadas luego por conferencias
intergubernamentales regionales. Ellas fueron: Eurocult, o Conferencia
Intergubernamental Sobre las Políticas Culturales en Europa (Helsinki, 1972);
Asiacult (Yogyakarta, 1973); Africacult (Accra, 1975); y Americacult (Bogotá,
1978).
En Venecia se
vio ya la necesidad de superar la concepción elitista de cultura, que la
definía en términos puramente artísticos, para adoptar un concepto
antropológico. Si bien el arte siguió siendo la parte más relevante del
concepto, éste pasó a comprender también las costumbres, creencias, modos de
vida, ciencia, tecnología, etc. Se reconoció el hecho de que los grupos humanos
tienen una cultura específica, y sobre todo el derecho a cultivar esta
particularidad, el que se incorporó al conjunto de los derechos humanos
esenciales, cubriendo un vacío de la Declaración Universal de Derechos Humanos,
aprobada por las Naciones Unidas en 1948. En Venecia se puso de manifiesto que
es deber del Estado crear las condiciones para que tal derecho pueda ser
ejercido.
Dicho organismo ha
subrayado en múltiples documentos la gran correspondencia que existe entre
desarrollo económico, desarrollo cultural y promoción social, rompiendo la
creencia anterior de que el desarrollo era una cuestión puramente económica, y
que sin un previo progreso en este campo no podía darse un desarrollo cultural.
Se vio que difícilmente se alcanzará un desarrollo económico estable, armonioso
y capaz de mejorar realmente las condiciones de vida de los pueblos sin un
desarrollo cultural paralelo. Al decir cultura se decía también educación,
medios de comunicación y respeto a los ecosistemas, para evitar un desarrollo
irracional, ecocida y en consecuencia anti-cultural. Entendido de esta manera,
el desarrollo cultural se convierte en un instrumento para alcanzar el
desarrollo económico y social, y también en un modo de reafirmar las
identidades nacionales, como lo puntualizó la Conferencia de Yogyakarta. Se
señaló también allí que sólo el desarrollo cultural podía actuar como elemento
compensador, de equilibrio o control de una transferencia tecnológica y
científica intensiva. El control exige una adaptación de los modelos
incorporados a las características sociales y culturales propias, así como a
las reales necesidades de los pueblos.
En Americacult, o
Conferencia Intergubernamental sobre las Políticas Culturales en América Latina
y el Caribe, se destacó que corresponde al poder público formar especialistas
en desarrollo cultural, señalándose al efecto cuatro dominios básicos, a saber:
a) Administradores de asuntos culturales; b) Animadores culturales; c)
Especialistas en la preservación del patrimonio cultural; y d) Archivistas,
museólogos y bibliotecarios. Las dos primeras categorías tienen que ver con el
diseño y puesta en práctica de políticas culturales; las dos últimas serían de
orden más técnico. Pero al hablar de administradores y animadores esta
Conferencia repite un modelo elaborado en Europa, sin especificar cómo dichos
operadores orientarán su práctica en una realidad signada por la dependencia,
por un largo colonialismo cultural. Porque no se puede soslayar la triste
circunstancia de que en América, y nuestro país no es para nada una excepción,
la cultura nacional tiene que remar contra la corriente, derrochar su energía
en conseguir los mínimos espacios y recursos que precisa para manifestarse,
porque la vía ancha sigue estando consagrada a una cultura elitista que se
nutre con lo ajeno, es decir, con las modas y tendencias metropolitanas. Y qué
decir ya del campo de las culturas subalternas, donde son casi inexistentes los
recursos destinados a apoyar su desarrollo autónomo. En tales circunstancias,
el desarrollo de la cultura nacional y popular debe pasar indefectiblemente por
un proceso de descolonización profunda de la conciencia y de las prácticas
simbólicas. Esto, claro, no ocurre por ejemplo en Francia y España, que son los
países donde se gestaron principalmente estas políticas. La lucha por las
autonomías se da allí en un plano más simétrico, pues nadie llamaría a la
cultura catalana una cultura subalterna.
En consecuencia, el
personal no puede formarse como si fuera a trabajar luego con vientos
propicios, en el marco de una cultura reconocida, desarrollada y que goza de
plena salud, sin complejo alguno de inferioridad ni vestida con el pobre ropaje
de lo periférico. Hay cuestiones que deberá conocer a fondo, como la compleja
interacción entre cultura popular y cultura de masas, entre cultura popular y
cultura ilustrada, y entre cultura nacional y cultura universal, dialécticas
casi borradas hoy por el proceso de globalización neoliberal, el que pretende
acabar así con la fundamental dialéctica de lo propio y lo ajeno, que
diferencia el campo de pertenencia del campo de referencia. Deberá conocer
también los mecanismos de dominación, las formas históricas de penetración cultural,
y sobre todo las vías para alcanzar en lo simbólico una desasimilación del
modelo dominante y el pleno control de la cultura.
Lo que la Conferencia de Bogotá (Americacult)
propuso, en líneas generales, es formar con igual dedicación operadores culturales
tanto a nivel de las bases populares como de los sectores especializados,
pensando que sus tareas no se superponen, que a cada cual le corresponde un
ámbito específico. La formación de los animadores debía quedar a cargo de los
gobiernos, como una parte indeclinable de su política cultural, mientras que la
formación de los administradores de
hecho se confiaba a los centros académicos, y en especial a las universidades.
EL TRABAJO EN LA BASE:
ANIMADORES Y PROMOTORES
La UNESCO definió a la animación socio-cultural
–así se la caracterizó finalmente- como “el conjunto de prácticas sociales que
tienen como finalidad estimular la iniciativa y la participación de las
comunidades en el proceso de su propio desarrollo y en la dinámica global de la
vida sociopolítica en que están integradas”. Esta definición, además de
ser demasiado amplia (lo que ha
permitido incluir una serie de prácticas que de hecho tienen o deben tener su
propio régimen, como la educación popular), no apunta a nuestro juicio al
desarrollo cultural en sí, desde que se limita a utilizar elementos culturales
en la promoción social de las comunidades. El desarrollo cultural es algo mucho
más complejo, que debe encararse en forma orgánica. Al definir el concepto de
cultura, Lévi-Strauss, junto al requisito de su originalidad (entendida
como diferencia en relación a las otras culturas con las que se confronta),
señalaba el de la globalidad. Para cumplir con este último requisito,
una cultura, entendida en un sentido antropológico, debe abarcar todas los
sectores de la actividad humana, por más simple que sea su tecnología e
imaginarias sus explicaciones, y mantener entre dichos sectores cierta armonía
o coherencia. Esta idea es útil para entender que el desarrollo cultural, para
ser verdaderamente tal, debe ocuparse de todas las áreas de la cultura,
contemplar su aspecto orgánico, sin que ello implique que no pueda privilegiar
a un área sobre otra, en función de los antecedentes históricos de una
sociedad. Bajo esta concepción, no puede llamarse desarrollo cultural a la
utilización de elementos de la cultura para otros objetivos, por nobles que
sean, y tampoco al desarrollo inorgánico, no pensado en toda su complejidad y
con un sentido estratégico.
Acaso la mayor falencia de la
animación socio-cultural es haber invisibilizado a las distintas formas de
dominación cultural que operan en la dialéctica de nuestros países. Aun más, se
podría decir que el colonialismo subyace en su propuesta, pues nació pensada
como una política oficial destinada a los sectores populares, a quienes
se quería desarrollar culturalmente con el mismo ánimo de servicio social con
el que los enfermeros van a vacunar en un barrio pobre. Aunque se ofreciera
alguna participación al grupo, se trataba de una acción realizada por especialistas
ajenos a él (o sea, de agentes externos), quienes decidían lo que
era conveniente o posible hacer, y tal acción le llegaba como un don. Así, el
papel de uno era dar, y el del otro recibir, lo que configura la estructura
binaria de la dominación paternalista, que actúa por sustitución.
Ander Egg decía que la animación
socio-cultural no podía ser considerada una ciencia, simplemente porque carecía
de una teoría propia, en el estricto sentido de la palabra teoría, ni tampoco
una modalidad específica de conocimiento de la vida social y cultural: sería
tan sólo una tecnología social. La promoción cultural, que se presenta aquí
como una alternativa más ajustada a la triste realidad de nuestros países, se
apoyaría en lo que he llamado escuela mexicana, por ser una práctica que
pudimos realizar en dicho país con antropólogos y otros especialistas que
trabajaron en los campos de la educación indígena y las culturas populares, y a
la que sistematizo en el Nuevo Manual del Promotor Cultural.
La promoción cultural no
es una mera tecnología social, sino una teoría específica que se
convierte en práctica en un contexto también específico: el popular. Es por eso
que el volumen I de dicha obra se llama justamente “Bases teóricas de la
acción”. Ella no puede ser desligada de la idea de autogestión, de un
movimiento cultural surgido del grupo para asumir el control y descolonización
de su cultura. De lo que se trata, en definitiva, es de recuperar la
integridad de una cultura fragmentada, devolverle su coherencia, explorar sus
posibilidades, definirla como un modelo totalizador, oponible al modelo
dominante. Más que una política, la promoción cultural es una acción de apoyo a
las políticas que se fijen los sectores populares. En la elaboración de éstas,
el agente externo puede asesorar, pero no tomar decisiones por su cuenta, desde
que no se le asigna en dicho proceso un rol protagónico. El verdadero promotor
cultural no es un agente externo sino interno, un militante del
grupo al que pertenece y no alguien formado en otros contextos para actuar en
cualquier parte. Quienes lo apoyan, no serían en esencia promotores culturales,
sino técnicos puestos a su servicio, por su propia iniciativa o enviados por el
Estado o una institución privada luego de un acuerdo previo de trabajo, cuyas
condiciones deben estipularse con toda claridad para especificar los roles y
evitar así conflictos.
Para poder cumplir con las múltiples
acciones que requiere un desarrollo cultural debidamente planificado, la
promoción cultural debe, en la medida de lo posible, atender a la especificidad de su función, dejando el
manejo político y económico, así como la asistencia educativa y social, en
manos de otras organizaciones del grupo o controladas por él. La importancia
capital de un desarrollo cultural orgánico y manejado por los sectores
populares radica por un lado en la toma de conciencia histórica que ello
implica, y por el otro en el hecho de que sólo la cultura puede dar al
desarrollo de una sociedad una dirección propia que le permita salvaguardar
y reelaborar su identidad. Sin cultura, toda diferencia será arrastrada por las
tumultuosas aguas de la globalización.
GESTIÓN CULTURAL Y CULTURAS SUBALTERNAS
El concepto de administración cultural no tardó en
ser cuestionado por los sectores ilustrados, en el entendimiento de que esta
función excedía el simple manejo de los recursos públicos o privados de la
cultura, al requerir una gran cuota de creatividad. Fue así reemplazado por el
de gestión cultural, que se consideró más pertinente. No obstante, las ciencias
sociales definen a la gestión como la tarea y el
efecto de administrar una empresa de cualquier tipo, así como los organismos
públicos. Tanto en la esfera privada como en la pública, la gestión implica
normalmente una obligación de rendir cuentas, que se instrumenta a través de
informes y balances sobre el uso tanto del presupuesto asignado como de los otros recursos puestos bajo su
control. Para rescatar a la gestión
cultural de ese limbo, se señala el papel creativo, planificador y ejecutor de
acciones de este tipo que le compete. Ello puede ser correcto y pertinente como
propósito en el ámbito de la cultura ilustrada y la formación académica de
especialistas en desarrollo cultural, pero al aplicarse al campo popular
resulta políticamente incorrecto. Es que el promotor cultural, más que gestar
lo que no existe aún, recupera lo existente, lo pone en valor y potencia de
manera creativa. Más que crear y generar por su cuenta, interviene en la
reformulación colectiva de la cultura a la que pertenece, pues más que ante
una estética de la subjetividad, que caracterizaría al ámbito en que
opera el gestor, se halla involucrado en una estética de la comunidad,
que tiene mecanismos distintos, y hasta opuestos, para construir la realidad.
Promover es más humilde que gestar o
recrear individualmente un patrimonio colectivo. Es tan sólo adelantar,
hacer avanzar algo, activarlo. Su anclaje en las culturas subalternas es
total, pues busca en cada caso generar una teoría y una acción ajustadas a la
realidad del propio grupo al que se pertenece, con miras a su descolonización
profunda. Las políticas son además diseñadas y ejecutadas por las mismas
organizaciones populares, en un proceso de autogestión conducido por miembros
calificados del grupo. La función de los agentes externos es sólo de apoyo,
como se dijo, y su actitud debe ser de servicio, no de mando. El proceso
servirá así en primer término al pueblo que lo produce y no a otros sectores,
como suele ocurrir con las prácticas folklóricas. La promoción cultural no se
propone llevar al opresor la cultura de los oprimidos, ponerla en sus manos
como un paquete precioso que le permitirá limpiar su conciencia y enmascarar la
continuidad de la situación.
Vemos entonces que un gestor cultural
no puede ir a gestar creativamente las culturas subalternas, pues eso
sería usurparles un rol fundamental para su liberación con un método
paternalista, por seductores que resulten sus frutos. Si decide trabajar en
este campo, tendrá que limitarse a promover, a activar los mecanismos de la
conciencia reflexiva y apoyar humildemente el proceso con las armas de su
especialidad, pero como un simple asesor. Claro que muy pocos gestores se
allanarán a cumplir un papel tan simple y subordinado con un grupo popular, sin
manejo gerencial alguno, después de haber estudiado varios años para conducir
los “altos destinos” de la cultura. Por otra parte, la formación académica
tiene en este aspecto mucho de deformante, por el papel mesiánico que la
inspira, un racionalismo enamorado del pensamiento abstracto y tributario de
categorías ajenas para el análisis de la realidad americana. Su vocación nace
arriba, en el campo ilustrado de la cultura, y en algún momento, atraído por la
cultura popular o enviado por quien lo contrata, acepta “descender” o
condescender a ella, utilizando teorías y prácticas que suelen resultar
ineficaces en este medio, y a menudo patéticas y hasta conflictivas, por lo que
se termina haciendo a estos sectores más daños que beneficios.
Lo grave de este “descenso” redentorista de la
gestión cultural hacia lo popular es que de hecho ha borrado ya la dualidad
establecida por la UNESCO, produciendo así una virtual unificación que termina
de instalarla como hegemónica. Los criterios propios de lo que caracterizamos
como promoción cultural son desplazados por políticas que no buscan apoyar el
desarrollo cultural genuino de los pueblos, sino imponerles técnicas cada vez
más despolitizadas, que ignoran su situación en el mundo, su proceso histórico
específico y los valores que vertebran su imaginario. Y no puede ser de otra
manera, porque el perfil del gestor cultural nada tiene ya que ver, gracias a
la creciente colonialidad de las ciencias sociales, con el de un militante de
base que opera en su cultura y desde ella se proyecta hacia los
otros campos del quehacer, para fortalecer la identidad y conciencia de su
comunidad a fines de que ésta pueda defenderse mejor de toda forma de
opresión. Se trata más bien de un profesional con formación universitaria, por
lo común proveniente de la clase media e incluso alta, o de un intelectual con
un vasto currículum vitae y cursos de postgrado en el exterior que
ostenta como broches de oro.
LAS
MISERIAS DE LA GESTIÓN CULTURAL
Los medios académicos piden al gestor
cierta sensibilidad social en el ejercicio de su profesión, lo que es de por sí
una confesión de que se opera desde arriba hacia abajo, promoviendo una
acción dentro de grupos subalternos ajenos a su esfera social, y sin contar
mayormente con ellos, pues si se tratara de un proyecto compartido y
cogestionado este requisito estaría de más. El énfasis no se pone en la
formación y desarrollo de una conciencia y una identidad nacional, étnica o
social, sino en la gestión de los recursos. Pareciera que nada es más
importante en este terreno que conseguir fondos a como dé lugar, y a menudo
para lograrlo muchos se casan con el Diablo, vistiendo a las transnacionales y
a los gobiernos corruptos de vestales del fuego sagrado de la cultura. Quienes
hacen todo lo posible por destruir la diversidad cultural y degradan el medio
ambiente posan así de adalides de la defensa de la identidad nacional y
cruzados del desarrollo sustentable. Por este camino, la gestión cultural se
convierte en fiel instrumento de la mercantilización de la cultura, y la
vemos muy ocupada tanto en cantar loas al consumo cultural (¿ver un film
es consumir cine?) como en forzar las puertas de los sistemas simbólicos para
que puedan irrumpir en ellos los depredadores del sentido, vestidos con los
terciopelos del Progreso. Y todo esto sin perder la cacareada “excelencia”
(palabreja clave de los que nunca llegan ni pretenden llegar al fondo de la
realidad) de un profesionalismo garantizado por universidades del “centro”
(como si toda acción cultural verdadera no tuviera su propio centro).
De más está decir
que nada tiene esto que ver con el tan proclamado derecho de los pueblos de
disponer de sí mismos. Si algo de tales formas de gestión les llega, no es,
como se dijo, para apoyar honestamente su autogestión cultural, sino para
probar en su medio nuevos productos de ese viejo mesianismo de cuño occidental,
que consiste en llevar la cultura a los pobres que no la tienen, de
ocuparse de ellos como si fueran objetos inanimados a los que hay que sacar de
las sombras de la exclusión y dibujarles un futuro en el que puedan consumir
mucho, entrar en la fiesta del despilfarro y la adoración de las mercancías,
renunciando por cierto a todo sentido sagrado del mundo, pues eso, hoy en día,
no es más que atraso y superstición.
Este nuevo
paternalismo se alimenta en una representación pasiva de la condición
subalterna, sin que su mirada distorsionada en los círculos áulicos le impida
ver en detalle las distintas formas de resistencia de los sectores populares, a
menudo dramáticas por el desamparo y escasez de medios en que se articulan,
como si no hubiera nadie dispuesto a garantizarles en la pequeña parcela del
mundo que les toca los derechos universales de la cultura. Las energías de
estos gestores se consumen así en una graciosa danza ante los ejecutivos de las
transnacionales, convencidos de que también el imperialismo cultural tiene su
lado bueno, aunque más no sea por las limosnas que destina a sus víctimas.
Claro que no en forma directa, sino a través de estas estructuras de mediación
que garantizarán que los recursos sean bien empleados y contabilizados, porque
no vaya a ser que se queden con algunas migajas.
Estas digresiones
apuntan a detener el avance de los gestores profesionales sobre el derecho de
los pueblos a gestar sus propia cultura y establecer sobre sus elementos un
pleno control cultural, lo que requiere forzosamente un proceso de autogestión.
También a comprometer al Estado en la formación de agentes internos en el seno
de los grupos subalternos, vistos éstos como sujetos colectivos con un
proceso histórico propio y no como una población amorfa y carenciada. La
función de dichos promotores será así promover desde adentro su propio
desarrollo cultural, para alcanzar una conciencia profunda y reflexiva de su
ser en el mundo y realizar una reelaboración de su imaginario en
términos actuales, que pueda presentarse como una modernidad propia o paralela.
Dichos cursos no pueden montarse sobre los diseños curriculares y las prácticas
de la gestión cultural, sino desde esa otra mirada que arranca de abajo y puede
subir hasta donde pueda o quiera, pues quien forjó sus armas en esta
“periferia” puede ver mejor las enfermedades y deformaciones ideológicas del
“centro”, los tributos que se le rinden bajo la entusiasta coreografía del
sometimiento, esas reverencias que, cuando involucran lo propio, no hacen más
que enmascarar al proceso de globalización neoliberal, la colonización
pedagógica y el imperialismo cultural.
Porque quien viene de abajo y ha experimentado en
su propia piel el dolor de la opresión y la exclusión, tendrá más conciencia de
lo que significa esta guerra de imaginarios en que estamos
empeñados, así como de los
desgarramientos de la dialéctica de lo propio y lo ajeno. Sabrá también que lo
propio no debe encerrarse en sí mismo, sino aspirar a otro modelo de
mundialización más justo y sustentable, capaz de garantizar la diversidad
cultural como patrimonio común de la humanidad. El fin no es otro que
reculturar el mundo, y sobre todo a quienes lo conducen. Humanizar el
desarrollo y devolver a la acción cultural su carácter emancipador, para que
deje de ser un juego de niños grandes, practicado cuando el lobo no mira.
Pensar la cultura como política, como acción estratégica y militante para
rescatar a la humanidad del abismo en que se está precipitando.
DIVERSIDAD CULTURAL Y EMERGENCIA CIVILIZATORIA
A
pesar del énfasis de los discursos que exaltan en nuestros países la diversidad
cultural, lo cierto es que aún la
alteridad suele ser vista como un elemento desestabilizador del Estado-Nación,
pues el pensamiento y escala de valores de las identidades históricas
relativizan sus esquemas, encuadrados casi por completo en patrones
occidentales. Y esto es así porque los sectores ilustrados, aun los más
progresistas, poco han hecho por acceder a las cosmovisiones de sus propios
pueblos, como si fueran piezas de museo que nada pueden aportar en la
construcción de una modernidad propia, descolonizada. El respeto –real y no
solo declamado– a la diversidad cultural es algo que rebasa el tema de los
derechos humanos, e incluso el de la necesidad de preservar el patrimonio
cultural tangible e intangible. Para América, la descomposición de sus matrices
simbólicas, ya sea por la vía del mesticismo o de la globalización, significará
el naufragio de su proyecto civilizatorio. Toda cultura exhibe una dimensión
civilizatoria fundamental, algo así como un horizonte de legitimidad en cuyo
marco se opera la innovación y la apropiación que renuevan su sistema
simbólico. Salvando algunas experiencias interesantes, como las de Bolivia y
Ecuador, las culturas indígenas no son tomadas en cuenta cuando se trata de
proyectar el futuro, algo que tendrá pronto que cambiar, pues ellas no
constituyen ya un conjunto de arcaísmos destinados a extinguirse, sino más bien
las raíces y semillas del futuro de la región, y en alguna medida también del
mundo entero. Y esto es así porque mientras en los otros continentes son
escasas hoy las propuestas para salvar a la herencia humana y la vida del
planeta, en nuestra América los movimientos indígenas y sociales se están
convirtiendo en ricos laboratorios, de los que van surgiendo nuevos paradigmas
para refundar el Estado, replantear la democracia, lograr la inclusión social y
salvar al medio ambiente de la depredación irracional al que está siendo
sometido en nombre de los nuevos avatares de la Razón imperial. El mal llamado
«Primer Mundo» aún se siente la vanguardia de lo humano, pero de hecho
retrocede velozmente hacia el pasado zoológico, aferrado a sus intereses mezquinos
y corrompiendo esa Razón que le permitió desarrollar las ciencias y enripiar el
camino a su propia libertad, aunque luego la usaran contra la libertad de los
otros.
Gianni Vattimo, en un reportaje reciente, declaró:
«No solo creo que los socialismos latinoamericanos tienen un futuro. Creo que
ellos son el futuro, hasta del posible socialismo europeo, que solamente
aliándose productivamente con los líderes de izquierda de América Latina tendrá
la posibilidad de construir una Europa capaz de enfrentar al poder exorbitante
de los Estados Unidos y a las nuevas superpotencias neocapitalistas que se
presentan en la escena del mundo actual». Convergente con esto, el
ecosocialismo representa una ruptura radical con la ideología del progreso
lineal y el paradigma económico y tecnológico de acumulación indefinida del
capitalismo, con la deificación de la productividad y el consumo. Esta
tendencia, después de navegar por los clásicos europeos, termina haciendo pie
en el Buen Vivir de los indígenas americanos, como el modelo más genuino de
igualdad, democracia y bienestar común a largo plazo.
A menudo me pregunto si la
recurrente invocación al pluralismo y a la diversidad cultural no es un nuevo mea
culpa de la tan cristiana conciencia occidental, que a lo largo de los
siglos hizo lo mismo: destruir y oprimir de un modo despiadado, y luego
golpearse el pecho en una confesión atenuada de sus pecados, para pecar de
nuevo en la semana siguiente, en otra cruzada «civilizatoria». Y en esto vamos
hacia atrás, pues en la edad de oro del colonialismo nos colonizaban con
culturas prestigiosas, que en muchos casos fueron debidamente apropiadas y
convertidas en parte de nuestro patrimonio simbólico. Lo que hoy nos coloniza,
en cambio, no es ni siquiera una cultura, sino productos híbridos y mediáticos
que banalizan el mundo, lo homogeneizan en base a meras pautas de consumo y
destruyen el lenguaje, que es lo que caracteriza al Homo sapiens. Se
trata entonces de algo más que de un nuevo proceso de colonización cultural,
pues podríamos estar cayendo por esta vía en una verdadera mutación
antropológica, en la que el hombre que desea explorar los abismos del
pensamiento y los sentimientos está siendo desplazado por un homínido
conformista y sin solidaridad alguna, cuyo único objetivo vital no es ya saber
y producir en base a ese saber obras valiosas, sino consumir y vaciar a las
pocas palabras con las que se ha quedado de su contenido de verdad: bien
sabemos que para ponerlas al servicio de la mercancía es preciso abolir su vínculo
con la acción. A nosotros, los herederos de antiguas civilizaciones a las que
Occidente consideró bárbaras para destruirlas, colonizarlas y despojarlas, nos
toca acaso hoy la penosa misión de civilizar a los civilizadores de antaño,
cuya Razón devino consumista y se olvidó del hombre, de sus luchas
emancipadoras, de su empeño alucinado de entrar en el corazón de las cosas. No
ya para despojarlos, a modo de venganza y reparación, sino para ayudarlos
generosamente a retomar el camino de la especie y aceptar el diálogo que el
pensamiento único rechaza de plano.
LOS INDÍGENAS DE AMÉRICA Y EL FUTURO DE LA HUMANIDAD
La rebelión de Chiapas sacó
definitivamente a los pueblos originarios del pasado, de su triste papel de
referencia inmóvil para medir la modernidad o «progreso» de los sectores
dominantes, y los instaló en el futuro. Un futuro no solo para ellos, sino
también para Nuestra América y el mundo entero, como un ejemplo a seguir y no
como una imposición. El mismo día en que México traicionaba su propia historia,
al firmar su pacto con Estados Unidos pensando que así ingresaba al Primer
Mundo, los mayas lo rechazaron de plano, para no embarcarse en ese regreso a la
barbarie, mostrándose así fieles a la gran civilización de sus ancestros, que
fuera comparada con la griega.
Esta defensa de las culturas de los
pueblos originarios no implica circunscribir a ellos el tema de la diversidad
cultural. Son nuestras raíces más antiguas, pero no las únicas, y todas ellas
deben juntar sus saberes recuperados para desbrozar las sendas de nuestro
despegue como civilización. Lo que he tratado hasta aquí es de poner en
manifiesto los nuevos avatares de la ya vieja ideología del crisol de razas,
embuste que sirvió, y sigue sirviendo, para negar la persistencia de tradiciones
culturales diferentes que aún luchan para hacerse visibles, reelaborando en
términos actuales su matriz simbólica y recuperando su autonomía. Defender la
pluralidad cultural es defender esas matrices, no fundirlas. Hacia el final de
su vida, Darcy Ribeiro se atrevió a decir que surgimos de una negación, de la
desindianización del indio, de la desafricanización del africano y la
deseuropeización del europeo, pero eso, añade, no nos convirtió en seres
culturalmente más ricos, sino, salvo algunas excepciones, en gente tabula
rasa y hasta más pobre culturalmente que cualquiera de las matrices que
destruimos de ese proceso. Lo valioso de la afirmación de Darcy Ribeiro es la
idea de que lo que fue desindianizado, desafricanizado y deseuropeizado puede
ser recuperado desde una conciencia residual y recompuesto. Bonfil Batalla
defendió esta idea en su libro México profundo. Una civilización negada
y en otros textos. O sea, nuestros pueblos originarios dan un no rotundo a la
hibridación –a la que llamé alguna vez «el huevo de la serpiente»– y a la tan
mentada como imposible «identidad cosmopolita», y un sí entusiasta a un
pensamiento identitario fundado en el territorio, para defender de la
depredación a sus lugares antropológicos, frutos de largos procesos de significación.
Esto implica un rechazo a los monocultivos excluyentes, que hacen del campo un
mero espacio productivo, en el que el paisaje rural, o lo que resta de él, se
parece a una fábrica a cielo abierto al servicio de la inversión extranjera,
con menos misterios, flora y fauna que un barrio urbano, y con muy pocas
inscripciones simbólicas que merezcan ese nombre.
Cuando la Constitución de Ecuador
habla de los derechos de la Pachamama, señala
Sousa Santos, realiza una fusión entre el mundo moderno de los derechos
humanos y los de la Pachamama, esa Tierra Madre a la que nadie puede otorgar
derechos por ser la fuente misma de todos los deberes y todos los derechos, y
que fija las pautas del Buen Vivir.1 Ya vimos como esta fuente
primordial de la vida se enfrenta con los emisarios de la muerte abstracta, que
la depredan hasta agotarla y se van con su capital a otra parte, dejando a sus
espaldas el desierto y basuras tóxicas.
Son los indígenas, y no los que vienen
con doctorados de Estados Unidos, quienes levantan la bandera de la refundación
del Estado, la que es más una demanda civilizatoria que una simple reforma
política e institucional, y no solo en nombre de ellos, sino de toda América.
Claro que no puede haber refundación si no se suprimen el capitalismo y el
colonialismo, y tampoco sin tomar cierta distancia de la tradición crítica
eurocéntrica. En Bolivia y Ecuador se hizo patente que hay un
constitucionalismo desde abajo que se enfrenta al de tipo occidental. Ello se
relaciona fuertemente con el concepto de cultura, que para los indígenas cubre
todos los ámbitos de la vida y es lo central, por representar su cosmovisión.
Para Occidente, en cambio, es algo ligado al entretenimiento e incumbe a los
organismos de Cultura (siempre secundarios en nuestros países, y con escaso
presupuesto), y rechaza en su miopía que el desarrollismo extractivista sea
ecocida, etnocida y contrario a los fundamentos de nuestra civilización. Lo
grave es que tal lectura del desarrollo humano está fuertemente instalada en todos
los países de la región, y no solo de los que coquetean con el ALCA. Nada
habremos avanzado históricamente si la integración latinoamericana se basa en
esta concepción heredada y nos dedicamos a destruir nuestro territorio de una
manera salvaje, con una saña que no se observa hoy en los países llamados
«centrales», los que se abstienen de hacer dentro de sus límites lo que tanto
recomiendan fuera de ellos. En otras palabras, en este punto nada desdeñable
que es la salvación del planeta, el latinoamericanismo está repitiendo su
pecado original: tomar cierta distancia de las potencias imperiales pero
adoptando lo peor de sus costumbres y filosofía de vida, que nada tienen que
ver con el Buen Vivir, nuestro principio civilizatorio fundamental, por la gran
racionalidad que lo sustenta. Claro que el cambio no puede producirse de un día
para otro, pero urge iniciar sin demora un proceso de transición hacia un
desarrollo económico sustentable, pues de lo contrario nada podrá aprender el
mundo de nosotros, y aquí no habrá futuro para nuestros hijos. Muchos años
atrás, cuando de esto se hablaba poco, Fidel Castro ya decía que la crítica más
objetiva (o no ideológica) al capitalismo es el hecho de no ser sustentable a
mediano o largo plazo.
EUROCENTRISMO
Y GLOBOCENTRISMO: EL REGRESO A LA BARBARIE
Señala
Fernando Coronil que la globalización neoliberal esconde la presencia de
Occidente y la continuidad de su dominación por medio de una racionalidad
consumista y anticultural. Traslada así el centro rector del crimen de Europa y
Occidente a «lo global», o sea que todos somos criminales.2 Hay por
eso que extender la crítica del eurocentrismo al globocentrismo, ya que este no
es más que un nuevo avatar del occidentalismo. Con la globalización, continúa
sin mayores disfraces el sometimiento a lo no occidental, y el daño que se le
causa no se atribuye ya a un país determinado y ni siquiera a una corporación,
ya que todo es consecuencia de la misma economía de mercado, y no de un
proyecto político deliberado. Occidente se disuelve así en el mercado para
matar con guantes blancos, y además anónimos.
A estas «vanguardias» del progreso
humano, Sousa Santos opone lo que llama
«teorías de retaguardia», que son no las de las elites que actúan en nombre de
los pueblos sin conocerlos, sino las de quienes acompañen de cerca la labor de
transformación de los movimientos sociales, pensando con ellos y no sobre
ellos. Esas teorías de retaguardia son tanto intelectuales como emocionales; o
sea, se hacen con los dos hemisferios cerebrales, y acercándose al método de la
investigación-acción, que convierte en teoría la propia praxis. Para él, hay que
pensar el Sur global desde adentro y desde abajo, como el mejor camino para
alcanzar el socialismo del siglo XXI.3
El Sur global, aclara Sousa Santos, no es un concepto geográfico,
por más que la mayoría viva en el hemisferio sur. Es más bien una metáfora del
sufrimiento humano causado por el capitalismo y el colonialismo a escala
global, así como de la resistencia para superarlo y minimizarlo. Es por eso un
Sur anticapitalista, anticolonial y antiimperialista. Este Sur existe también
en el Norte global, en las poblaciones excluidas, silenciadas y marginadas,
como los inmigrantes, desempleados, minorías étnicas o religiosas, las víctimas
del sexismo, de la homofobia y el racismo. Hay asimismo un Norte global en los
países del Sur, al que llama «el Sur Imperial».4
Esta barbarie a la que nos dejamos
arrastrar por la globalización neoliberal está destruyendo las matrices
culturales del área rural, por la expansión vertiginosa de las fronteras
agrícolas, unida a un alarmante proceso de concentración de la tierra con miras
a los cultivos de exportación, en detrimento de la soberanía alimentaria y de
una perspectiva civilizatoria propia. A título de ejemplo, la población rural
argentina representaba, en 1970, el 21,5 % del total. En el censo de 2001 había
descendido 10,7 %, y los datos del censo de 2010 acusan otro importante
descenso, lo que habla no solo de una falta de políticas serias de arraigo,
sino más bien de un vaciamiento sistemático, al que se considera espontáneo y
voluntario y no producido por la expansión salvaje de las fronteras agrícolas
sobre campesinos e indígenas legalmente desprotegidos. Entre 1969 y 2008
desaparecieron 232 419 pequeñas y medianas explotaciones agropecuarias en el
país, absorbidas por terratenientes que dicen representar al dios Progreso y a
los humildes. De 2003 a
2010, la superficie sembrada de soja pasó de 13,7 millones de hectáreas a 18,6
millones, lo que según un cálculo representaría 61% de la superficie agrícola
argentina. Esta economía sojera y agroexportadora exalta con orgullo sus
logros, sin dedicar siquiera un responso a la tierra que desertifican y
envenenan ni a los pobladores que expulsan. Hoy el l,3 % de los propietarios
poseen el 43 % de la tierra, y el 55 % de los arrendatarios rurales no son
campesinos que acceden a ella de este modo precario, sino terratenientes que
buscan expandir la producción de granos exportables en sus latifundios.
Si pienso que estamos «con la soja
al cuello» no es para quedarme con estas frías estadísticas ni caer en la
crítica de la economía neoliberal, ya harto lapidada en el mundo entero. Lo que
más duele, porque nadie la nombra, es la demolición cultural que subyace bajo
estas cifras funestas, esa nueva barbarie disfrazada de civilización y
progreso. A ello cabe sumar la minería a cielo abierto, tan promovida por las
grandes corporaciones, aceptada con gusto por los gobiernos de la región y
resistida por nuestros pueblos, que prefieren el agua al oro, o sea, la vida al
afán de lucro. Por cada gramo de oro, hay que volar cuatro toneladas de rocas,
explosión que, además de destruir la montaña, y con ella el paisaje ancestral,
libera minerales que al oxidarse contaminan el aire. Y esto sin contar los
millones y millones de litros de agua pura que, en esas alturas donde siempre
fue escasa, consume dicho proceso, a los que contamina con arsénico y otros
potentes venenos, y van a parar a los ríos, lagunas y napas profundas, sin
reparar en que esos ámbitos se encuentran los últimos refugios de los pueblos
originarios. Con estas concesiones al gran capital especulativo, el Estado no
recibe ni siquiera el dinero suficiente para atender a los cientos de miles de
personas desplazadas en los últimos años, que migran a las ciudades, dejando
atrás su vida comunitaria y su memoria histórica. En Argentina, serían unas 300
mil familias, y en Brasil, más de 850 mil. Bajo esta violencia simbólica ¿se
puede realmente hablar de las bondades de la diversidad cultural? Las políticas
sociales se financian con el mismo extractivismo intensivo que destruye la
naturaleza y expulsa poblaciones de una gran tradición cultural, lo que parece
un mefistofélico círculo vicioso. ¿No sería mejor arraigarlas en su propio
territorio, potenciando una economía comunitaria y social, volcada a asegurar,
antes que nada, nuestra soberanía alimentaria?
Sí, otro mundo es
posible, pero debe ser
posible para todos, y el precio del crecimiento no puede ser acabar con los mejores
valores de la especie y con la identidad profunda de la región. La semilla de
este mundo nuevo reside en el espíritu de la comunidad, y sobre todo en lo que
llamo «tradicionalismo revolucionario», y no en los almacenes de Monsanto ni de
las mineras que destruyen tanto el territorio físico y simbólico como la misma
vida. Repito por eso que no basta con definirnos como latinoamericanos y luchar
por el destino de la región y una sociedad más igualitaria e inclusiva, aunque
esto es de por sí valioso y debemos defenderlo. La humanidad espera algo más de
nosotros: que lo hagamos desde nuestra propia perspectiva civilizatoria, que
condensa y actualiza los valores morales de la especie, tan traicionados por
Occidente.
De poco sirve entonces pronunciarse
por América latina si ello no se sustenta en una opción civilizatoria,
emergencia que no puede darse sobre un extractivismo capitalista que privilegia
al capital sobre el trabajo, fabrica pobres y excluidos y tiende alfombras a
las trasnacionales que están destruyendo el planeta. De este modo, estamos
retrocediendo dos siglos, a una sociedad americana que en el tiempo de la
Independencia rechazaba a los europeos, tomando el poder en sus manos, pero
veneraba su modelo civilizatorio como el único posible, y negaba todo lo
propio. Si deseamos definir un modelo capaz de salvar al mundo, se debe empezar
por respetar los derechos de la Naturaleza, convertidos ya en algunos países en
un principio constitucional. Más que pronunciar exaltados discursos para
democratizar el consumo, tendríamos que intentar un cambio cultural cimentado,
no en él, sino en los valores de la especie humana, y que tome en cuenta la ya
grave situación de la Tierra. Si bien resultaría utópico imponer un desarrollo
sustentable en un corto plazo, no hay ya
tiempo para diferirlo hacia un futuro lejano: la transición hacia el uso
racional y cultural del territorio y los “recursos” naturales (la naturaleza no
puede ser vista solo en términos de recursos, porque esto es también propio del
esquema occidental) debe empezar ya, pues de lo contrario el mundo nada puede
esperar de nosotros, unos pueblos que invocan altos principios y destruyen su
ambiente con saña. En Argentina existen hoy más de 600 proyectos mineros, en
buena proporción a cielo abierto (en el 2003 eran sólo 40), que producen unos
40 mil empleos (o sea, el 0,24% de la población económicamente activa), lo que
representa en total el 2,55% de las exportaciones del país. Cabe preguntarse si
tan magros guarismos justifican la destrucción territorial, cultural y social
de la que venimos hablando. El mero hecho de que esto ocurra, sin dar lugar a
grandes debates, habla del ningún lugar que ocupa la cultura en las altas
decisiones de Estado, y del predominio de un materialismo positivista al que la
izquierda no fue nunca inmune.
NOTAS
1 Boaventura de
Sousa Santos, ob. cit., p. 76.
2 Cf. Fernando Coronil, «Naturaleza del
poscolonialismo: del eurocentrismo al
globocentrismo», en La colonialidad del
saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas
latinoamericanas, ob. cit., p. 90.
3 Boaventura de Sousa Santos, ob. cit., pp. 14-17.
4 Ibídem, p. 49.
La formación académica en Gestión Cultural en la
Argentina.
Una revisión de los contenidos de los planes de
estudio.
Eje temático: La enseñanza y la gestión
sociocultural.
RESUMEN DE LA CONFERENCIA Arq. y Mg. Laura Isabel Romero
El presente artículo intenta acercarnos a la
situación de la formación académica en el campo de la Gestión Cultural en
Argentina.
Para ello, haremos algunas consideraciones previas
centradas en interrogantes que se plantean a la hora de abordar el tema: ¿Qué es la gestión cultural?, ¿Por
qué formar profesionales en Gestión Cultural? y ¿Qué definición de Gestión
Cultural tiene las instituciones que tienen a su cargo la formación de nuevos
profesionales?
En este sentido, se reflexionará a cerca de las
carreras de Gestión Cultural dictadas en el sistema de Educación Superior no
Universitaria y Educación Superior Universitaria: carreras de pre-grado, grado
y posgrado: especialización y maestrías.
Como estudio de caso se considerará el plan de estudio de la Tecnicatura
Universitaria en Gestión Cultural dependiente de la Facultad de Arquitectura,
Urbanismo y Diseño de la UNMdP y la Tecnicatura Superior de Gestión
Sociocultural dependiente del Ministerio de Educación.
A partir del análisis del diseño curricular de las
carreras se espera establecer una comparación sobre el marco en que se gestan
ambas carreras y los contenidos como así también, los perfiles y competencias
establecidas. Esto nos permitirá plantear una revisión de los contenidos de los
planes de estudio a la luz de los cambios producidos en el campo de la Gestión
Cultural y a la inserción de nuevos profesionales en la sociedad.
"Una aproximación a
la construcción del patrimonio cultural en Claromecó: la utilización del juego
y la historia oral como herramientas"
EJE: Gestión sociocultural y patrimonio cultural.
AUTORES: PRIMERANO NOEMI –
CARLA MASMUN (Urdimbre Cultural)
RESUMEN DE LA PONENCIA
Nuestra
propuesta se enmarca en la comunidad del balneario Claromecó, distrito de Tres
Arroyos, provincia de Buenos Aires y consiste en la realización de talleres
desarrollados conjuntamente con dos instituciones locales: Mundo Claro y el
Museo Regional Aníbal Paz. Estos talleres son recreativos – participativos –
colaborativos de base lúdica y de expresión oral, escrita y artística. Se
desarrollan en la sede de Mundo Claro, donde habitualmente asisten niños y
adolescentes para realizar actividades extraescolares.
Los
objetivos de nuestra propuesta son:
-
trabajar la historia local y el patrimonio cultural – ambiental para lograr la
valoración, apropiación y transmisión por parte de los niños y adolescentes
como agentes creadores y multiplicadores de la propia identidad dentro de la
trama social de la comunidad local.
-trabajar
la historia de Claromecó a través de talleres de narración oral, de expresión
artística, y escrita.
-
identificar y explorar el
patrimonio material, inmaterial y ambiental de Claromecó a través de historias orales, medios gráficos,
literarios y salidas de campo.
-
obtener un producto final en cada encuentro que a su vez nos permita elaborar
un producto final tangible para ser presentado en la Feria de las
Colectividades y un producto intangible tal como el reconocerse a sí mismo en
las rugosidades del espacio construido entre todos a lo largo del tiempo
incluso del presente.
En el
mes de mayo de 2012, iniciamos nuestro trabajo con la propuesta de un taller de
historia oral, para niños, adolescentes y adultos y continuamos con otro de
expresión plástica para niños de 3 a
12 años articulándolo con el programa El
Museo va de paseo.
Este
proyecto surgió a partir de un diagnóstico, en el cual resultó evidente la
falta de propuestas articuladas entre las diferentes instituciones culturales y
educativas de la comunidad, tendientes al reconocimiento de los sitios
históricos, su valoración y cuidado, así como de la historia local por parte de
los habitantes, en especial más jóvenes y nuevos migrantes, dado que quienes
todavía recuerdan las historias que fueron construyendo la memoria de
Claromecó, hoy son ya personas de avanzada edad.
Red Provincial de
Museos: diferentes caminos para la creación de Museos en Tierra del Fuego.
Martin Vazquez,
Maria Ema De Antueno, Hugo Podbersich y Luis Bobbio.
RESUMEN DE LA PONENCIA
Este trabajo tiene
por objetivo presentar una reseña de los trabajos realizados durante los últimos
5 años en el marco del Programa denominado “Red Provincial de Museos”,
desarrollados por la Dirección Provincial de Museos y Patrimonio Cultural,
dependiente de la Secretaria de Cultura de Tierra del Fuego.
Partiendo de la
existencia de un ofrecimiento museístico dispar, concentrado principalmente en
Ushuaia y reiterativo o acotado en los tópicos abordados, se inicia entonces el
camino para la creación de nuevos Museos. La meta fue generar aportes
tendientes a revertir esta situación, abordando la gestión de los mismos desde
ópticas muy diferentes, pero con el objetivo común de ampliar las temáticas de
exhibición y las áreas de estudio. Como resultado de esta labor se conforma la
Colección Provincial de Arte, que da origen en el año 2010, al Museo Fueguino
de Arte en Río Grande.
Un camino
diferente se emprende en la localidad de Tolhuin, a partir de un trabajo
articulado con la comunidad, en el cual se definen los temas, límites y
pertinencias que deben considerase para la creación de un Museo. Con la colaboración
de la población y el aporte de los antiguos pobladores se alcanza, en diciembre
del 2011, la apertura del Museo Histórico Kami.
CULTURA Y
NATURALEZA
HERRAMIENTAS DE
GESTION DEL PATRIMONIO EN ESCENARIOS COMPLEJOS
Lic. Mabel Silva
E-MAIL: fundalugares@speedy.com.ar
EJE TEMATICO: GESTION CULTURAL Y PATRIMONIO
Secretaría de Ciencia y Técnica. Programa de
Innovación Productiva - Subsecretaría de Recursos Naturales de la Provincia de
Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur. Centro de Estudios de
Nivel Terciario Nº11 “Ciudad de Ushuaia” Ministerio de Educación y Cultura.
RESUMEN
La Subsecretaría
de Recursos Naturales -actualmente Secretaría de Desarrollo Sustentable y
Ambiente de la Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico
Sur, en convenio con el Centro
de Estudios de Nivel Terciario Nº11 “Ciudad de Ushuaia”, desde su Coordinación de Investigación
concursó un proyecto de innovación productiva financiado por el Ministerio de
Ciencia y Tecnología que facilitó la creación de un espacio interdisciplinario
con el objeto de modelar formas de gestión sustentable del patrimonio cultural
y natural que significa una
unidad de conservación.
Se utilizaron
metodologías participativas y formativas que dejaron capacidad instalada en la
ciudad e incremento del
capital social, vinculando el patrimonio cultural y natural en formas de
gestión articulada.
Sin embargo, el
Estado continúa teniendo la potestad que le da la intervención jurídica sin
comprender nuevas formas de manejo de los recursos de manera responsable y
solidaria.
Desde allí se
produce esta comunicación
demostrando distancias entre los avances teóricos sobre manejo de porciones de
naturaleza como valor patrimonial para el desarrollo local.
Este es un estudio
de caso sobre la Reserva Cultural Natural Playa Larga un sitio cercano a la ciudad que pertenece al Sistema
Provincial de Áreas Protegidas a propuesta del Organismo Oficial de Cultura
como medida de amortiguamiento ante el avance del desarrollo urbano.
Gestión sociocultural del ambiente: del aula
virtual al territorio real
Autores: Bengoa, Guillermo y Cutrera, Claudia
Eje temático: La enseñanza y la Gestión
Sociocultural
RESUMEN DE LA PONENCIA:
Esta ponencia
rescata y sintetiza la experiencia del dictado de una materia denominada “Bienes Naturales y Paisajísticos” dictada en el marco de la Tecnicatura
en Gestión Cultural, Facultad de Arquitectura, Urbanismo y Diseño, de la
Universidad Nacional de Mar del Plata, entre los años 2004 a 2012.
La materia fue
diseñada desde el inicio de la carrera por los autores de esta ponencia, sobre
la idea central de que es posible una resolución o mejoramiento de los
problemas ambientales a través de la gestión cultural.
La ponencia
primero desarrolla el marco teórico usado a tal efecto, luego ejemplifica con
casos de alumnos y finaliza con reflexiones sobre las posibilidades y
limitaciones de este enfoque.
La materia trata
la posibilidad de resolución de los problemas ambientales a través de la
cultura, tomada ésta en un sentido amplio. Esta elección se justifica en el
hecho de que los mecanismos
de gestión meramente instrumentales sobre la realidad “física” del problema
ambiental, una vez desencadenado, son siempre paliativos o mitigadores de una
situación de desequilibrio entre la sociedad y la naturaleza que, de haberse
controlado en su origen, posiblemente hubiera sido más fácil de solucionar. Y
este origen es, según nuestras consideraciones, de apreciación cultural.
La importancia de
esta forma de ver el problema radica, a nuestro entender, en que brinda otra
vía de acceso a la solución del conflicto: Que el tratamiento de los problemas
ambientales no quede restringido a los especialistas del área. Trabajar sobre
la vía cultural es una manera de democratizar el acceso a la información, paso
necesario para una mejor participación de la comunidad.
USHUAIA, CIUDAD
EDUCADORA: Una oportunidad para la transformación sociocultural de la ciudad y
de sus habitantes.
Francisco Javier
Labate
Profesor en
Geografía
Resumen - Abstract
Hay en el mundo
una serie de ciudades, que certifican su vocación de ciudades educadoras:
Rosario, Esquel, Malargue, San Francisco, entre otras doce ciudades argentinas,
Porto Alegre, Belo Horizonte, Quebec, Santa Cruz de la Sierra, Quito, Playa del
Carmen, entre muchas otras americanas, Madrid, Granada, Roma, Venecia, Turín
entre otras tantas europeas, Praia, Rabat, Dakar, entre otras africanas y
ciudades de Corea y Tailandia en el continente asiático, integrándose en la
Asociación Internacional de ciudades educadoras.
Estas
características, son esencialmente una suma de voluntades vinculadas con la
vocación de sus habitantes y de sus dirigentes, considerando a la educación
como una herramienta indispensable para la construcción y formación de
ciudadanía
¿Qué interés
existe en estas urbes por cumplir un rol educativo?
Sin lugar a
dudas, esta decisión del
conjunto colectivo de los ciudadanos, guarda relación con la concepción de
educación que se construye y se sostiene comunitariamente.
En dicho constructo,
la idea de la educación resulta, holística, se trata de una educación propuesta
desde el sistema formal que se complementa y refuerza con una no menos
importante, que es la educación no formal, y ambas confluyen en el mismo
objetivo, formar hombres y mujeres, mas responsables y conscientes del bien
común, de valores ecológicos, mas tolerantes y democráticos, más respetuosos
del medio ambiente, con una carga de responsabilidad ética y una mayor
conciencia, en la importancia de las decisiones
comunes e individuales.
Existen y son
propias de las gestiones y organismos colegiados del estado, y organizaciones
vecinales e intermedias, acciones educativas, algunas destinadas a miembros o
socios y otras abiertas a la comunidad, muchas veces desarticuladas y que no
alcanzan la difusión y el efecto deseado.
Ushuaia, ciudad
educadora, significa repensar, proponer, y tornar sustentables, actividades
educadoras, orientadas a los diferentes grupos sociales, y especialmente a los
jóvenes y niños en formación escolar, aunque sin dejar de lado a los más
grandes y a los mayores, en esta tarea de educar y educarnos.
Considerando a la
educación, un “divino tesoro”, un
”derecho universal”, un “legado, para el ser humano”, es posible crear
conciencia, comprometer y apoyar las acciones educadoras que los habitantes de
Ushuaia, emprendan en cualquiera de los formatos y circuitos educadores
existentes.
Muchas de las
acciones educativas se encuadran dentro de la educación no formal, es decir
aquella que no es brindada por instituciones de gestión privada o pública.
Los medios de
comunicación masivos realizan una acción importante en este sentido .La
educación en valores ciudadanos, el cuidado del medio ambiente, la educación
para la salud, los cuidados de las mascotas, las acciones culturales, la
educación vial, campañas de reciclado, orientadas al ámbito urbano de Ushuaia
ponen de relieve acciones que se realizan y pueden ser perfectamente
encuadradas en este contexto.
El objetivo de
este trabajo consiste en convocar a las distintas corrientes de formación,
formal y no formal, en Ushuaia
a efectos de potenciar, coordinar, difundir y generar una toma de conciencia en
el rol educador de la ciudad y de sus ciudadanos, de manera de explicitar, en
el ámbito de la certificación la condición de ciudad educadora.
Proyecto de
investigación: Turismo y Sociedad: la puesta en valor de la gastronomía en
Ushuaia como patrimonio cultural. Gestión sociocultural y
turismo.
Tec. Lezcano
Paulo
RESUMEN
Se presenta como
propuesta de trabajo el siguiente proyecto de investigación que analizará la
promoción turística de la gastronomía y si hay reconocimiento o identificación
de platos culinarios como propios de Ushuaia.
Con el fin de
adentrarnos en la temática de interés sobre la relación entre los residentes y
la gastronomía local (como uno de los elemento de la cultura), haciendo énfasis
en la promoción turística culinaria, trabajamos en la recolección de
bibliografía y documentos referidos al tema, que nos permiten estudiar,
analizar y reflexionar sobre la importancia del tema a tratar.
Ushuaia es
referente nacional e internacional en turismo, no sólo por la posición
geográfica y estratégica de la ciudad “Ciudad más Austral del Mundo” o,
también conocida y
promocionada como “Puerta de entrada a la Antártida” (Carta Orgánica
Municipalidad de Ushuaia, 2002), sino que además cuenta con infraestructura,
equipamiento, planta turística y distintos atractivos que motivan y reciben
cada año un gran flujo turístico hace más de una década. Este centro turístico,
se caracteriza por ser un destino estacional, cuya temporada alta se encuentra
entre los meses Octubre y Marzo, recibiendo turistas de distintas procedencias,
ya sea por vía aérea, terrestre o marítima, se calculan unos 201.118 arribos de
visitantes en la temporada alta de La Ciudad del Fin del Mundo.
Tanto el Gobierno
Nacional, como el Provincial y el Municipal realizaron mejoras que permitieron la consolidación de Ushuaia
como destino turístico. Estas mejoras se ven reflejadas en la
infraestructura y calidad
de los servicios, como son los casos de: el Aeropuerto Internacional Malvinas
Argentinas, creado en el año 1995 y reformado en los años 1997 y 2007 y la
ampliación del Muelle Turístico en el año 1999, que dan por resultado el
incremento en la cantidad de arribos como también el atraque de buques de
distinto porte. (Daverio, Jensen y Vereda, 2007).
Observando la
construcción y consolidación de la ciudad de Ushuaia como destino turístico y,
analizando específicamente el rol que cumple la sociedad local, para la puesta
en valor de la oferta turística, es que nos preguntamos ¿los residentes de
Ushuaia reconocen y se identifican con los productos gastronómicos que se
promocionan turísticamente?
Título: “La imagen
de los pueblos nativos de Tierra del Fuego que los museos ofrecen al turista en el destino
Ushuaia”
Eje
Temático: Gestión sociocultural y turismo.
Autora:
Macarena Acosta Manjarrés.
Palabras Clave: Pueblos
originarios- Construcción de la imagen- Representación- Imaginario turístico-
Museos- Fotografía: contextos de producción, dispositivos y procedimientos
visuales- Ushuaia.
Abstract
La presente
contribución, modificada del original para ser presentada en el Primer Encuentro Regional y
Patagónico en Gestión Sociocultural, es parte de un trabajo iniciado en el
marco del Proyecto de Investigación “Imaginario turístico y re-creación de la
identidad regional. Una aproximación a las representaciones del espacio
austral: Patagonia meridional, Tierra del Fuego y Antártida” (a cargo de la
Dra. María Teresa Luiz, la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco,
Sede Ushuaia). Los resultados de la investigación, concluida en Octubre de
2011, fueron presentados en un informe para la acreditación de la cátedra
“Metodología de la Investigación Social”, correspondiente al tercer año de la
carrera Licenciatura en
Turismo, de la UNPSJB, Sede Ushuaia, año 2011.
Durante su
realización se persiguió como principal objetivo analizar cuál es la imagen de
los pueblos originarios de la Provincia emitida por los museos de la ciudad de
Ushuaia, a través de los componentes relativos a estas etnias expuestos en sus
salas.
Se presentan aquí
dos acápites. En el primero, se exponen los resultados del relevamiento
bibliográfico concerniente a las fotografías, a las técnicas empleadas para la
toma, la edición y el recorte
de las mismas, y a las intencionalidades que subyacen detrás de la decisión de
uso de esas técnicas, para la construcción de la imagen.
En el segundo
acápite se analizan los
componentes tangibles del patrimonio cultural de los pueblos nativos expuestos
en el Museo Marítimo de Ushuaia (por ser éste el que concentra el mayor nivel
de visita en la ciudad), haciendo énfasis en las imágenes fotográficas, su
localización dentro del recorrido de la visita, su cantidad y su autoría.
Debe resaltarse a
este respecto que las fotografías han sido editadas para la presentación de
este trabajo.
INTERPRETACIÓN DEL
PATRIMONIO. ALTERNATIVA DE
GESTIÓN EN ÁREAS PROTEGIDAS.
Eje temático: Gestión y patrimonio.
Autores: Ing. Ag. Bianciotto Oscar. Prof. Titular Cátedra Parques
Nacionales, U.N.T. del Fuego A.I.A.S.
Lic. en Turismo
Silva Mabel. Prof JTP Metodología de las Ciencias. U.N.T. del Fuego A.I.A.S.
Palabras claves: áreas protegidas - interpretación
ambiental - sociedad.
Resumen.
La interpretación,
entendida como revelación de significados, provocación hacia un contacto mayor
con los elementos del patrimonio natural o cultural, constituye una demanda
actual del público visitante a las áreas protegidas. Esto la transforma en una
estrategia de difusión pública, educativa, abierta y participativa que facilita
un mayor conocimiento y uso social.
Esta demanda
involucra a residentes vecinos de unidades
de conservación – que pretenden un servicio a cambio de la erogación que
realizan en concepto de entrada - como también al turista que requiere
respuestas a los interrogantes que resultante de su decisión, de visitar un
área protegida y el patrimonio que involucra.
Para dilucidar las
características de estos usuarios y
sobre la forma de generar herramientas que faciliten la comprensión del
patrimonio natural y cultural, se realizó un estudio sobre “demanda de
medios interpretativos en el Parque Nacional tierra del Fuego”, área
protegida que recibe alrededor de 200.000 visitantes al año.
Mas tarde se
analizaron las expectativas
generadas por la Reserva Provincial Natural- Cultural Playa Larga, en los
vecinos y turistas en general, como resultado de las incursiones realizadas en
este ambiente natural protegido cercano a la ciudad de Ushuaia, capital de la
Provincia de Tierra del Fuego, Antártida e islas del Atlántico Sur.
Como resultado del
desarrollo de estos proyectos, se pudo concluir en que las áreas protegidas
institucionalizadas por el Estado son reconocidas por su función pero no
percibidas por su valor de conservación, enfrentando presiones sociales por la
demanda de espacios turísticos recreativos.
Ante acciones
concretas de interpretación esta percepción cambia y la relación área protegida
sociedad se enriquece.
Se debe reconocer
que los medios interpretativos pueden
ser personales (guías, intérpretes, guardaparques, informantes) y también
pueden ser medios interpretativos no
personales (cartelería, folletería, uso de canales de comunicación masiva. etc)
personales (cartelería, folletería, uso de canales de comunicación masiva. etc)
Los resultados
alcanzados develan:
* la importancia del contacto personal con el guía, guardaparque o informante;
* el valor institucional de un área de reserva y la función del Estado como custodio del patrimonio;
* la idea de área protegida, para el goce de generaciones futuras;
* impacto de
intervenciones antrópicas sobre el paisaje;
* demanda del rol
de proyección del área protegida hacia la comunidad educativa.
* la función
recreativa del mismo.
* la demanda
de cartelería temática y folletería con mayor información cartográfica;
* demanda de
servicios como retribución al pago de acceso; de un centro de interpretación y
refugio para caminantes y cuestiones referidas a la seguridad .
Se concluye que acciones de interpretación a través de medios personales, acercan al logro de conductas compatibles con objetivos de la unidad de conservación y que, la comunicación institucional – hoy con énfasis en el control –
podría dirigirse hacia la gestión cultural de un mayor conocimiento del patrimonio.
El rol del gestor
cultural en el desarrollo de políticas culturales
Daniela Acosta
Palabras clave:
cultura, políticas culturales, gestor cultural, recepción, post-dictadura
Abstract de la ponencia:
La cultura es un
campo en disputa y, en tal sentido, la entendemos como un proceso en el que se
despliegan relaciones de poder. La intención de esta ponencia es revisar las
políticas culturales estatales de Chile (2005 y 2011) para acercarse al rol que
le toca al gestor cultural en el desarrollo de las mismas para, a partir de
este acercamiento, reconstruir la modelación de la ciudadanía en relación a las
figuras del receptor y productor de objetos culturales, en el marco de
post-dictadura y de la consolidación del modelo neo-liberal de mercado.
La comunicación “imparcial” en la
encrucijada
Lic. Juan José Mateo
Resumen
La presente exposición pretende aportar al debate que existe en la
actualidad con respecto a la información, los monopolios de medios de
comunicación gráficos y audiovisuales y las conductas comunicacionales en los
marcos del Estado-nación moderno. Toma como caso el estado actual del
tratamiento de la información en el contexto de la Argentina en 2012.
Parto de la hipótesis que ciertas conductas comunicacionales o actos de
la comunicación en la actualidad, se originan en una ideología residual
conforme a prácticas facciosas, retardatarias en términos de la construcción y
arraigo de un proyecto político modernizador burgués. Para ello, me valgo de ciertas
precisiones conceptuales para delimitar los actores en pugna.
Para tal fin, recurro a la categoría de faccionalismo, aportada por el historiador marxista José Gabriel
Vazeilles, para enmarcar los posicionamientos y conductas comunicacionales de
la prensa opositora al kirchnerismo. Convencido además, que la categoría de Estado faccioso y faccionalismo, constituye una herramienta metodológica apta para
analizar una conducta comunicacional reaccionaria.
Arribo a la conclusión que más allá de los aciertos y yerros del actual
gobierno, representa una tendencia de la burguesía nacional comprometida con la
modernización del país. En la vereda de enfrente, se encuentran pequeños grupos
de interés acostumbrados a beneficiarse con patentes estatales para realizar
negocios e influir de forma directa en la conducción de los asuntos públicos.
Estos grupos, ante el riesgo de perder los privilegios obtenidos a sangre y
fuego sobre todo durante el transcurso de la última dictadura militar, recurren
a metodologías autoritarias e inadecuadas con los marcos de un orden político
democrático burgués en pleno funcionamiento.
De este modo, los medios de comunicación enfrentados al fenómeno del
kirchnerismo deben recurrir a la falsedad ideológica y a la mentira en los
marcos de una oposición obsesiva contra un proyecto político que ha logrado un
amplio consenso electoral y que se antepone a los intereses facciosos que esos
grupos representan. En la hipérbole de la compulsa, por ejemplo, llegan a
desconocer una Ley de la democracia y a justificar la autodeterminación del
invasor inglés en las Islas Malvinas.
Finalmente, buscando los medios de comunicación enfrentados al gobierno
establecer la agenda opositora prescindiendo de los partidos políticos o
intentando reemplazarlos, la comunicación imparcial se torna imposible.
CENTROS DE
ENCUENTRO
Dispositivo
Transectorial de Salud Mental Comunitaria
Marilin Rodera y
Andrea Reinoso
Resumen
Desde hace 2 años
el programa Centros de Encuentro, dependiente de la Dirección
de Salud Mental,
Ministerio de Salud de la
provincia de Tierra del Fuego, y con la participación del
Ministerio de Desarrollo
Social y la Municipalidad local, realiza actividades con la comunidad de
Ushuaia, instituciones y organizaciones, en
áreas emergentes de
entramados sociales sensibilizados, con malestar subjetivo y
particularidades socioculturales.
Este programa está
integrado por agentes comunitarios provenientes de distintas dependencias del
Poder Ejecutivo Provincial y Municipal, lo que posibilita concretar Políticas
Publicas que favorecen la Promoción de la Salud, desde una perspectiva post
disciplinar y transectorial.
Centros de
Encuentro deviene así en un dispositivo dinámico, donde los agentes
comunitarios detectan las problemáticas significativas para esa comunidad,
visibilizan los recursos y potencialidades de la misma y re crean espacios participativos y
sostenidos por el barrio
para el despliegue de alternativas en el mejoramiento de su calidad de vida y
reducción de los padecimientos.
Desde el inicio resulta necesaria una adecuada coordinación con otros
dispositivos locales y prácticas comunitarias formales y no formales, que
permitan seguir integrando recursos para el empoderamiento de la comunidad y el
surgimiento de actores sociales.
En el camino comunitario, nos encontramos muchas veces con proyectos y
acciones diversas que no pueden potencializarse por su escasa difusión, ni
hacer lazo para su opción en situaciones emergentes. Asimismo la integración
desde la heterogeneidad de propuestas enriquece
la creación de dispositivos alternativos para problemas complejos.
Desde esta
perspectiva, una de las actividades que se
han realizado fue el Primer Encuentro
de Prácticas Comunitaria “Desde y Hacia el Trabajo Comunitario” invitando a los
integrantes de la comunidad, organizaciones e instituciones, para presentar sus
proyectos, desplegar y enriquecer estos recursos a través de su exposición y/o
espacios de reflexión generando nuevas redes de comunicación e intervenciones.
La Editora Cultural Tierra del Fuego,
una herramienta estatal para la producción de bienes culturales
Temática: Políticas socioculturales y legislación
Autores: Luis Comis – Damián N. Flores – Florencia Lobo
Si bien hace ya casi cuatro años que la Editora Cultural
Tierra del Fuego, viene trabajando en la edición de libros y discos compactos,
hay aún una gran porción de la población fueguina que desconoce su existencia o
su funcionamiento. El presente trabajo tiene como objetivo realizar una reseña
de los antecedentes de creación de la Editora Cultural Tierra del Fuego -dependiente
de la Secretaría de Cultura Provincial- y del recorrido desde su inicio hasta
el momento, dando un breve panorama de lo que estipula la ley Nº768 que le dio
origen, y que pauta su funcionamiento.
La Ley Nº768 de Creación de la Editora Cultural Tierra
del Fuego tiene profunda raigambre en el capítulo III de la Constitución de la
Provincia de Tierra del Fuego. En el artículo 60 de la Carta Magna, se define el rol del
Estado en el campo cultural, el cual: “promueve, protege, difunde las
manifestaciones culturales, individuales o colectivas, que comprenden las
costumbres, instituciones, creencias, actitudes y realizaciones del pueblo, que
afirmen la identidad provincial, regional y nacional. Preserva, enriquece, y
difunde el acervo histórico, arquitectónico, arqueológico, documental,
lingüístico, artístico y paisajístico, y asegura la libre circulación de las
obras”[i].
También el artículo 61 establece las bases que
fundamentan la Ley Nº768, puesto que reconoce como derechos de la cultura, a
las identidades culturales, a la autonomía de la creación cultural, al acceso
pleno de todos los sectores sociales a la cultura, a las imágenes propias, a la
comunicación e información culturales, a la creación y defensa de espacios
culturales, a la protección de los patrimonios culturales, al financiamiento de
la actividad cultural, entre otros[ii].
No sólo se trata de que la Carta Magna provincial dejó
sentada desde su inicio la responsabilidad del Estado en cuanto a fomentar el
desarrollo cultural de los habitantes de la provincia. Muchos otros factores
motivaron –y motivan- la necesidad de diseñar una herramienta desde el Estado
que permita la edición de obras y la producción de otros bienes culturales.
La producción cultural requiere de
una dimensión económica insoslayable, en especial cuando se trata de bienes que
se reproducen de manera serial y estandarizada, como la copia de discos
compactos, los libros impresos, o las réplicas de artesanías.
Además, la lejanía de nuestra
provincia de los grandes centros urbanos, verdaderos polos de producción
cultural del país, requiere de una decidida presencia del Estado para favorecer
la publicación y la reproducción serial de bienes culturales generados por autores
y artistas nacidos o radicados en Tierra del Fuego.
Un pueblo que carece de industrias
culturales propias se convierte en un consumidor de las producciones foráneas
lo que atenta, sin dudas, contra el sostenimiento de la identidad local.
La sociedad de Tierra del Fuego,
conformada por una mayoría de inmigrantes de diversos sectores de la Argentina
y del extranjero, en especial de países limítrofes, necesita de industrias
culturales fuertes que permitan hallar en la diversidad los rasgos que edifican
la identidad local.
Dos leyes anteriores fueron un antecedente a la Ley 768: la
Ley 507 relacionada al Fondo Editorial Fueguino y la Ley 544 referida al Fondo
Musical Fueguino.
Ambas leyes sancionadas en el año 2000 y 2002
respectivamente, intentaron ser reglamentadas en varias oportunidades desde el
año 2004 hasta el año 2008, sin llegar a desarrollarse para entrar en
funcionamiento. La principal traba tuvo que ver con las contradicciones
permanentes entre los distintos organismos intervinientes respecto a la
administración, recaudación y rendición de los fondos. Por otro lado, ambas
tenían estipulada la asignación de un monto fijo de cincuenta mil pesos, para
realizar la producción de bienes culturales, sin tener en cuenta que dicho
monto se desactualizaría progresivamente pues los costos de publicación
aumentan año a año.
Estas dificultades técnicas,
postergaron durante años la posibilidad de hacer realidad el apoyo a los
artistas a través de una normativa, por lo cual se hizo necesario derogarlas y pensar,
en cambio, en una ley integral que sintetizara y contuviera el apoyo del Estado
a las actividades de edición y publicación de obras.
Es así que se comenzó a trabajar en una herramienta
legislativa lo más ágil y dinámica que fuera posible, que facilitara la
presencia del Estado para fomentar las producciones generadas por los
diferentes habitantes nacidos o radicados en Tierra del Fuego. El 18 de septiembre
de 2008, se logró que la Legislatura provincial, por unanimidad, sancione la Ley 768 que creó la Editora Cultural Tierra del
Fuego.
Previamente, se habían realizado numerosas instancias de
consultas a través de encuentros públicos tanto en la ciudad de Ushuaia como en
Río Grande y Tolhuin, donde miembros de toda la comunidad artística de la
provincia tuvieron la oportunidad de aportar ideas, rectificaciones y
sugerencias al proyecto de ley, llevado adelante por la entonces Subsecretaría
de Cultura de la Provincia.
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